Tiene flores verdes, a veces amarillas, y unas frutas rojas que se comen. Siempre le pregunto cuándo me voy a curar, para no ir más al hospital. Las hojas, que mece el viento, parecen decir: ¡Pronto…, pronto…!
En este álbum se aborda el grave problema del sida en Guinea Bissau, que afecta a un alto porcentaje de la población infantil. Este país africano es uno de los que registra mayor subdesarrollo de todo el mundo. Por este motivo, enfermedades infecciosas o de transmisión sexual quedan sin tratar, lo que provoca que se agraven y lleguen a producir la muerte. La mortalidad infantil, causada por esta desatención en salud, es muy elevada en el país: de cada mil nacidos vivos, 105 bebés mueren antes de cumplir un año.
No obstante, en A la sombra de los anacardos, hay lugar para la esperanza. En pleno carnaval de Bissau, en la vida de la pequeña protagonista hace acto de presencia la máscara de la muerte y con ella el miedo. Esta terrible figura es contrarrestada con los cuidados del doctor Vieira. Fiel a la actitud vital de esta población, Antón Fortes transmite la capacidad de ser felices de estos pequeños, a pesar del oprobio económico y enfermedad, que no es obviada por el autor.
Así, el día de la fiesta de carnaval, las risas y los bailes en los que todos participan se ven ensombrecidos por una canción sobre el Sida. Un sabor agridulce en el que el amargor no gana la lucha. De este modo, si en el colegio les enseñan palabras nuevas como epidemia, plaga de langostas… también forman parte del aprendizaje otras cómo cooperación y marimba, de clara connotación positiva.
Además, después de la escuela, el trabajo en la casa y en la calle, y las visitas al hospital, la pequeña tiene un refugio: el anacardo. La elección de este árbol no es gratuita, ya que abunda en este país africano. Precisamente, el fruto, del mismo nombre y comestible, es de sabor agridulce y su piel tiene propiedades medicinales, por lo que es utilizada en productos farmacéuticos. La ilustradora italiana Simona Mulazzani viste este árbol protector con colores muy ligados al continente africano: verde, amarillo y rojo intensos. Una paleta cromática que esparce por todo el álbum y con la que refuerza el mensaje optimista de la historia.
La apuesta de Mulazzani por colores vivos y por personajes de apariencia fuerte y saludable incide en el mensaje positivo y esperanzador del relato de Antón Fortes: “Quizás el próximo carnaval, la máscara será roja y tendrá forma de corazón, como un anacardo, porque la solidaridad hace desaparecer el dolor, la miseria y la muerte, y enciende una vela de esperanza en África”.
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